De cómo ha de cazarse un corzo muy emboscado

Escrit que reflexa totalment el que em passa quan caço el cabirol

En la parte que me toca Dedicado está esto para un Oso de Figueras, para mama Osa y sus Dos oseznos, Marc y Nil

De cómo ha de cazarse un corzo muy emboscado

El animal receloso hizo un alto en su ronda matinal, un ruido a su espalda lo había prevenido de que un extraño andaba en sus dominios, las sombras de la noche se esfumaban entre los pinos del bosque pero era imposible determinar de donde procedía aquel chasquido que puso en alerta al esquivo corzo, esperando que el silencio advirtiera al macho la causa de su desasosiego, mantuvo la guardia alerta, marcando como cualquier perdiguero el punto de donde surgió el imprevisto sonido, más tras un buen rato mostrando, nada se oía sino el trino de los que con sus cantos anunciaban que el día se colaba entre las agujas de los pinaster, el aire jugaba en contra, pues como de costumbre al comenzar sus paseos matutinos, el corzo lo llevaba de cara, para detectar lo que venía por delante, obviando lo que dejaba atrás, sin embargo, una vez que no encontró respuesta a sus inquinas auditivas, provoco con dos patadas en el suelo al invisible enemigo, para de un par de saltos alejarse berrando alerta, no dejaba de ser otra estrategia del animal, que de nuevo se detuvo tras recorrer cincuenta pasos, volviendo la cabeza hacía el punto de arrancada y escrutando nuevamente en busca de algún sonido, más no hubo respuesta alguna, el corzo, dueño y señor del territorio abundaba en una nueva pesquisa, antes de iniciar el frugal desayuno, así que trazando un semicírculo, busco el favor del aire para ventear lo que le hacía intranquilizarse, y volvió sobres sus pasos, en un trote silencioso, entrando con el morro muy alto, mascando el viento de aquella mañana, cuando penetro en la mancha de pino joven, un trueno surgió entre los árboles, el corzo dio un salto hacia delante y corrió…en pos de su vida que se le escapaba, más rápido de lo que daban sus piernas por un agujero de su costado.


Nada más emocionante, cuando andamos tras nuestros Capreolus, que recechar esos corzos viejos que se esconden en lo más profundo de los bosques, este loloco intentara ayudar a través de sus errores, a que no caigan en ellos, cazadores que busquen en lo difícil la calidad del lance, porque aunque los corzos que se emboscan suelen ser viejos y huraños, no tiene relación alguna con la mal llamada calidad del trofeo y en suma, la puntuación que buscan algunos a través de una mirada, no supera a los puntos del recuerdo, la suma del perímetro de ambas rosetas, y el promedio del resultado de sumar la longitud de la cuerna derecha desde A hasta B y desde A´ hasta B´, no sugerirán a nada más que a nuestro intimo recuerdo, lo que sugiere colgar un trozo de metal bajo el cráneo mondo de nuestro adversario, que solo sirve para saber el día que durante unos segundos alcanzamos la gloria.

Si queremos cazar un corzo emboscado, en sus dominios y de tu a tu como cuando se juega al ajedrez, deberemos observar una serie de normas y un sinfín de conductas para entrar donde ningún guía nos llevará, en el corazón del bosque, el lugar donde los sortilegios de nuestro duende pondrán a prueba nuestra capacidad para encajar un revés tras otro y mientras dure nuestro acoso, que a veces se continua en nuestra casa, en nuestro trabajo y en nuestra cotidiana vida, estaremos embrujados por ese corzo que una vez tras otra nos burlara hasta que consideremos que ya hemos sido burlados demasiadas veces y en el último intento, cuando por fin la animada figura del duendecillo se aparezca frente a nuestro rifle, suspiraremos convencidos de que hemos conseguido, tras sufrido exorcismo, erradicar el embrujo que nos tenia poseídos, y aún así cuando mostremos a nuestros amigos nuestros blancos trofeos colgados en la pared, obviaremos referirnos a la birria que en la esquina, a buen recaudo de miradas inquisidoras, rodeado de cuernazos, supone para nosotros el más grande, el mejor de nuestra panoplia corcera.


El bosque

Camina sin prisa, disfrutando del monte que te rodea, procurando olvidar tu rifle y tus prismáticos y en todo caso sustituye ambos por una vara de avellano y una lupa grande, comienza, como si fueses el mismísimo Holmes, a estudiar la escena del crimen, pregunta al bosque y si no sabes como habla, dedica mucho tiempo a pasear en su interior, si eres cazador, no tardaras en conocer el mudo lenguaje de los árboles y sabrás que tu mejor aliado es el bosque donde se esconde tu adversario.

No basta que lo recorras en una época del año, has de dedicarle al menos las visitas de las estaciones, aprovecha para comer moras en las zarzas, igual que hace tu enemigo, impregna la palma de tu mano de la resina del pino amigo, y en el mes de los magostos, busca el boleto, el níscalo o la lengua de buey, sin olvidar la lepiota, porque estarás siendo observado, muy de cerca, por lo que en el mes que florece todo, vas a intentar cazar.

Estás centrando el territorio de un corzo, has de fijarte en los arbustos ramoneados, sobre todo en las puntas de las zarzas, lo brotes tiernos que tanto le gustan y que come aquí y allí, has de buscar indicios de sus huellas y correrías, busca también esos árboles jóvenes que estén un poco separados del resto, sobre todo los que puedan hacer palanca, resultarán evidentes las señales que deja el macho de corzo en ellos, resultarán también evidentes e indicativas las marcas que suele hacer con sus pezuñas en los taludes, ten en cuenta también los encames, el corzo, al igual que el perro, acostumbra a mullirse el encame, levantado hojas y tierra del mismo para airear su lecho, es fácil encontrar varios encames pegados unos a otros, obvia buscar a Tu corzo muy emboscado, le encantan los linderos, los lugares desde donde pude dominar la senda, los bordes de los escobares, u las orilla de los caminos que cruzan el bosque son lugares ideales, en los meses de Abril y Mayo deberían encontrarse muy en el exterior de los bosques, acuciados por las garrapatas que con los primeros calores estivales se ceban en nuestro duende, en esa época gustan de tomar baños de sol en los lugares libres, calveros de bosque, cortas recientes y pastizales son zonas muy querenciosas, también en esta época, solemos encontrar a nuestros duendes en grupos de varios individuos, aunque ya su carácter territorial, tanto en machos como en hembras, empieza a marcar las pautas para la temporada de celo, por tanto, convendría centrar a nuestro hábil adversario, ya que su presencia se hace más palpable en los arbustos y en el mismo bosque, determina de antemano tu recorrido y a pies juntillas apréndete de memoria cada senda, cada piedra y cada recoveco donde el aire nos juegue malas pasadas, hecha mano de las deposiciones de nuestro amigo, para ver si el color se torna verde oscuro o más claro, si son claras y poco consistentes esta comiendo en los pastizales, mientras si el color es mas negro, entonces estamos ante un corzo que recela salir del bosque, y tal vez, porque eso nunca se sabe, nos encontremos ante un viejo, huraño y sabio corzo, entonces….


El viejo Corzo.


Llegar a cumplir la edad donde te consideran adulto, en el mundo de los duendes, es sinónimo de astuto, la suerte tiene poco que hacer en este caso, el corzo que se hace viejo, se hace sabio, se hace huraño y se sabe, más por viejo que por corzo, todos los trucos para llegar al próximo celo, estamos por lo tanto ante un enemigo formidable, que nos volverá locos mil y una veces, que se reirá de nuestros ardides en nuestra cara y que evitara repetir el engaño sucesivamente, el corzo no suele tropezar dos veces en la misma piedra, diría que ni siquiera tropieza la primera vez, ya que en ese caso suele ser la última.

Ten en cuenta los indicios para saber de que corzo se trata, la altura de sus marcas te darán una idea de su tamaño, lo mismo puedes aplicar si ves pocos machos pequeños en la zona, en la época que debemos cazarlo, el corzo además de huraño y mal humorado, se transforma en un enemigo considerable, no solo de otros machos, sino también de las crías y de otros animales que expulsara de su territorio, ardillas, grajos, gatos e incluso zorros son violentados con el coraje que no tiene el resto del año, la arrogancia de esta época es nuestra única baza a favor, de ella tendremos que echar mano constantemente si queremos que de la cara, podremos esperar los amaneceres intentando descifrar su carácter, suelen berrear fuerte en los amaneceres, ladras para avisar de que esta en casa y de que no quiere que nadie entre en su territorio, con las primeras luces el corzo berreara durante un buen rato, para callar después y comenzar su paseo rutinario, nada tienen que ver estos berridos con los provocados por algo que lo asuste, son berridos de un animal engreído, que tiene una vida rutinaria que habremos de descifrar, tampoco es hora de colgar el rifle, porque el silencio y la observación son más importantes que el intento fallido, pero por fin sabemos que nuestra pieza esta reinando en este bosque …entonces.


El atuendo.

El silencio, que nadie intente entrar en este reino sino consigue ser discreto, hemos de pasar como un fantasma entre los árboles y el ruido de nuestros pasos ha de simular a la hoja que cae, es indispensable que nuestro equipo, estudiado de antemano sea lo más silencioso posible, obviando ropa que pueda protegernos del agua, descartando asimismo las nuevas botas de caza que pululan por los ultramarinos cinegeticos, las membranas transpirables, las suelas rígidas, las polainas de tejido impermeable, los pantalones con refuerzos, todo esto debe quedar para jornadas donde el silencio no sea un factor tan importante, la discreción absoluta ha de jugar de nuestro lado e incluso si no conseguimos hacer visible la presencia de nuestro duende, hemos de salir como entramos, siendo una sombra empujada por la brisa, hemos de movernos como si de un perezoso se tratase, piensa tres y treinta veces donde has de poner tu pie derecho y que este no sepa donde habrá de ir el izquierdo.

Por eso, intrépido cazador que intentas lo imposible, calza botas con suelas de goma virgen, o viejas chirucas de las de antes, cuando éramos boy-scout, que no te importe mojar los pies, el corzo los moja a diario, soporta unos viejos pantalones color ocre, caqui o el más discreto y parecido al ambiente donde vas a entrar, no olvides esconderlo bien lejos de la que lava, evitando que te lo metan en la lavadora con esos productos que dejan mas relucientes que el sol, las prendas de ropa, y que lo único que hacen es blanquear y darle a tu ropa una luz artificial que hará de ti una luciérnaga en medio de este bosque, cubre tus manos y cara, en incluso tus cabellos, si estos son color plata, como los de mi amigo el Barón, e incluso si portas dignamente una pulida testa que en su día estuvo mas poblada que ahora, no olvides colocar algo encima que aparte de disimular, te protege del frío, quizá debas dejar luenga barba, con lo que tus facciones demacradas por intentar dar muerte al dueño del bosque tendrán el tétrico aspecto que portamos los corceros en los meses de primavera.


Nuestro Aguijón.

He aquí el momento de solicitar la maroma a mi amigo, el buen Baron de Munchaussen, dejo este párrafo para que él tenga a bien decirnos sabiamente que debemos portar cuando intentemos tumbar a un Corzo muy emboscado, por eso, y sabiendo que el Barón no me lo negara (nobleza obliga) lean el anexo que publicara sobre esto Don J.C. bajo el titulo de “Con que tirar a ese corzo tan emboscado, arma, calibre y lente”.


Y entramos a tras el duende.


Ese buen enemigo…el aire, y esa compañera…la luz

Cuelga un plumín de arcea en la vara de apoyo, te alegrara la vista recordando los lances invernales y te ayudara para saber de donde supla tu enemigo para jugar a su favor, si no tienes la más pequeña de la remiges del hada, usa un trozo de lana, o algo visible durante todo el tiempo que camines emboscado, porque esa será tu guía, el aire se divierte dentro del bosque haciendo cabriolas entre los árboles, las vaguadas y las rocas, el viejo corzo lo sabe bien y procura encamarse siempre a favor del viento, procurando a menudo, sobre todo si sopla norte, buscarse un lugar elevado, un ladera propicia, para echar poco aire y tomar vientos a placer, entonces comenzaremos nuestra cansina tarea, caminando lentamente, poniendo un pie aquí, levantando los prismáticos, (de buena luminosidad, pocos aumentos pero mucho diámetro, 7x50, 8x56, más aumentos no son aconsejables, no hacen falta, lo que necesitas es luz, eso implica peso, pero ¿Quién ha dicho que esto es fácil ?) metiéndolos en lo mas profundo del bosque, buscando esa silueta que no se mueve y que nos tiene fijados esperando a que movamos un cabello para salir a escape mostrándonos un culo blanco como la nieve.

Lo ves, lo tientas y en suspiro….lo matas

Busca esa silueta, busca en los claros y en los árboles en los que suele frotarse, no pierdas la calma y camúflate apoyado en el tronco de un árbol, arrimado a una piedra o entre unos arbustos, no te quedes parado en medio de un claro, en medio de una senda, cuando menos te lo esperes saldrá de donde estabas mirando tu enemigo y otra vez te habrá burlado, mira una vez y miras doscientas cincuenta veces, usa tu oído, y no te vuelvas de golpe para comprobar cualquier ruido, estás jugando en cámara lenta, sin prisa, disfruta dentro del monte y mécete como si de un árbol empujado por el viento se tratase, estas cazando a ciegas, pero por cada uno de tus sentidos, vista, tacto, olfato, oído, están filtrando unas sensaciones que tu cerebro tardara en procesar y que disfrutaras cuando pase el tiempo, cuando tu cuerpo este oyendo como hablan a tu alrededor, en tu trabajo, en tu casa y sin embargo tu mente este metida en el profundo ocre de tus montes.

Ten en cuenta que tu enemigo, territorial , huraño, viejo, ya ha marcado su territorio, ten en cuenta que si entras sin saber que entra, el corzo no dudara en provocarte si te descubre, en algunas ocasiones si te ve y no te has movido, escapará unos metros para detenerse amparado en la frondosa vegetación, pero todavía siendo visible y a tiro, no te precipites, sigue jugando en cámara lenta, olvídate de precipitarte a descolgar el arma, aguanta la postura como estés, no te muevas, tal vez retome sus pasos y se acerque a ti, entrándote de frente y golpeando con sus patas en el suelo, si tienes el aire a favor se ira moviendo para buscar el viento, pero si estás bien arrimado a un árbol y soportas estoicamente sin moverte las provocaciones del corzo, es posible que tengas una opción a tirarlo, si te ha detectado por un ruido que has provocado y se arranca delante de ti, sin que lo hayas visto, obsequiándote con una escandalosa ladra, sé prudente, detente, vuelve rápidamente sobre tus pasos, unos veinte o treinta metros y sin moverte, transfórmate en estatua pegado a un árbol, con toda probabilidad el corzo aparecerá de repente ante tus ojos, haciendo un rodeo para intentar sorprenderte por la espalda, ten preparada el arma, es una de las mejores opciones para dar buen fin al lance, al menos para ti, el corzo seguro que juzgara de otra manera.


Y eso … en fin, es cuanto puedo decir de cómo caza este Comte Loloco un corzo muy emboscado, que de esto sabe poco, pero que gusta contar lo que sabe y las muchas que ha pasado para que en la medida de lo posible pueda alguien evitar los errores que he cometido…que en esto y otras cosas han sido muchos.

Y al final, cuando por fin le tocas, lo palpas, todavía caliente y te honras de estar ante el mas grande rival que has tenido, cuanto darías por devolver al bosque el duende que le has quitado.


Loloco y JC

Moltes gràcies per escriure tan bé i saber expressar un sentiment i una afició de manera totalment entenedora i mirall de la realitat.
Aquesta temporada vaig darrera del cabirol emboscat!

Gracias por brindarnos tan buena narrativa, un abrazo.


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